Si no das tu nombre ni rostro, no das nada. No das tu persona. No es un testimonio. No es un martirio. No te arriesgas la vida, aunque digas verdades. Vives la abstinencia y no la continencia. La continencia, tan sólo es el apostolado y la entrega de tu nombre COMPLETO, de tu persona ENTERA. (Este artículo, por ejemplo, es un contratestimonio : enuncia una verdad desencarnada).