(la traducción en francés)
¡ Ojo, los católicos pro-vida ! No os entusiasméis tan rápido y no vendéis la piel del oso en seguida…
A primera vista, esta reacción de los estilitas Dolce & Gabbana parece positiva, valiente y a contracorriente de lo que se oye en boca de los militantes pro-matrimonio homosexual que forman parte del lobby LGBT. La podríamos ver como una coherencia, una autocrítica sabia, una lección novedosa. ¡ Para nada !
En realidad, se trata de una actitud contradictoria y homófoba totalmente ordinaria y generalizada en el ambiente homosexual, incluso entre los activistas gays más agresivos : quieren un derecho y luego, cuando ven que éste no corresponde a su realidad, dicen que nunca lo han querido. Suelen presentarse como « homos pero no gays », como marginados discretos que no piden ningún otro privilegio que la indiferencia social. Imponen un recorte superficial y maniqueo de la comunidad homosexual en dos, como si hubiera por un lado un ambiente homo invisible y puro, y otro totalmente sucio, orgiástico, perverso, exhibicionista, politizado, sin poner en duda sus propios actos y sus « amores ».
Este discurso pudibundo no sólo es insatisfactorio (aunque parezca ser un primer paso alentador, o la primera mitad del camino hacia la Verdad) sino que además creo que viene a despistar incluso a los católicos pro-vida, porque no plantea ninguna crítica sobre la violencia de la práctica homosexual (y también hablo de la práctica homosexual privada, fiel, fuera del « ambiente »).
La reacción de Dolce & Gabbana viene a satisfacer únicamente a los gruñones y entra también, aunque de manera más perversa e hipócrita, en un proceso de justificación del matrimonio gay : « queremos este matrimonio homosexual por el amor, pero no estamos de acuerdo con sus consecuencias ». Estos argumentos anti-lobby gay (típicamente el discurso de las personas homosexuales de Homovox en Francia, o de Jean-Pier Delaume Miard en La Manif Pour Tous), centradas únicamente en la filiación, llegan a oscurecer los debates sobre los actos homosexuales, a orientarnos hacia la justificación velada de un « amor homosexual casto y discreto » que no plantearía problema si no se politizara o no se viera públicamente. Este discurso parece loable. Pero halaga en cada uno de nosotros un fondo de homofobia gay friendly. A mi parecer, la única manera de ser justos y verdaderamente evangélicos en nuestras palabras sobre la homosexualidad y el « matrimonio » gay, es hablar de continencia y de los actos homosexuales privados en si. No hay otro camino. Entonces, « no soy Dolce&Gabbana ni tampoco Elton John » !