Para mí, ese tipo de testimonio (c.f. Karl Miller), por muy conmovedor y valioso que parezca, no da las buenas respuestas ni las soluciones, no trata de homosexualidad y no convierte el corazón de nadie. Las pocas veces que hablan de nosotros o que nos conceden la palabra, los medios católicos conservadores siempre nos sirven el mismo enfoque dolorista, rebelde, victimista y legalista, de la homosexualidad, o guardan de nuestro discurso lo más negativo. No se sale de la retórica de la demonización del « ambiente » gay, de la sacralización de la « castidad » (concepto muy borroso que no exige el celibato), de la esfera individual o espiritual, del testimonio personal que no tendrá ningún alcance universal para las personas que no creen en Dios. No se propone un apostolado (alegre) a través de la homosexualidad. No se brinda ningún análisis de la homosexualidad. La homosexualidad sólo aparece como un problema, un martirio, una herida, una vida desordenada, una irrealidad de la que hay que deshacerse. Sólo se difunde una visión dolorista, miserabilista, victimista y etérea de ella. Y se hace hincapié en la « Verdad » y la Doctrina de la Iglesia, pero sin Amor, sin humor, y sin reflexión sobre la homosexualidad/la heterosexualidad/la homofobia/la transidentidad. Se insiste mucho sobre la supuesta « necesidad » de la intransigencia y de la radicalidad sacerdotal acerca de las personas homosexuales (« ¡ Buscamos a curas que hablan claro ! »), no tanto para amar a las personas homos sino más bien para desmarcarse del progresismo « gay friendly » encarnado por los padres James Martin y no dar que pensar que se justificaría la conducta homo. Se escupe sobre la comunidad gay.
Si este tipo de artículo espantoso y amenazador les va muy bien a los católicos conservadores tipo cardenal Sarah (que no quieren oír hablar de homosexualidad, con el pretexto de la distinción necesaria entre pecador y pecado, o entre tendencia sexual y persona, o entre persona homosexual y persona gay, o entre personas homos activistas y personas homos « bien » y « castas »), si este discurso les gusta mucho a los cardinales fariseos en búsquedad de ovejas inmaculadas y sobre todo sumisas y obedientes, a mí no me va en absoluto, porque juzga a las personas homos que todavía se sienten homosexuales o que practican su homosexualidad, sin proponerles un camino alegre dentro del reconocimiento de su condición real, y encima, amemaza a los sacerdotes que serían « demasiado buenos », « complacientes » y tiernos con nosotros.
Esta clase de queja homosexual le gusta mucho a un sitio internet como Religión y Libertad, que suele utilizar a las personas homos católicas como pruebas vivientes de la supuesta « dictadura interna y anticatólica de la comunidad homosexual ». A nosotros, personas homos continentes, nos incitan a lamentarnos, a llorar, a contar nuestra vida, a hacernos de víctimas (pero devotas, « liberadas »), a renegar de nuestra antigua vida y a desempeñar el papel del « ex-gay » o del « converso ». Es horrible. Porque nuestra realidad no es tan triste o tan ideal como la sueñan los fariseos.
Finalmente, en Courage Internacional, no proponen la continencia (el apostolado público a través del don y del análisis de la homosexualidad al mundo y a la Iglesia) sino sólo la abstinencia (un rechazo o un autocontrol o una extinción de la tendencia homosexual a través de una sublimación « milagrosa » de su « atracción por las personas del mismo sexo » – ¡ ya no se puede pronunciar la palabra « homosexualidad » !). Os lo digo. ¡ Estamos muy lejos de la continencia !
No por ser personas homosexuales continentes ( = abstinentes por Cristo) buscaríamos todos un marco rígido, un discurso sacerdotal legalista, ni a sacerdotes intransigentes o doctrinistas. Al contrario : queremos hablar de homosexualidad, de lo que sentimos y vivimos, y encontrar a curas que nos aman como padres. ¡ No a hombres del saco o a cardenales Sarah con sus cascarrabias « ex gays » o « anti-gays » o « castos » !